la exposición en una sala convertida en ruedo
EFE
ENRIQUE SERBETO CORRESPONSAL
BRUSELAS. Cuentan que hace veinte años cuando llegaron a Bruselas los primeros parlamentarios españoles, recién ingresada España en la Unión Europea, lo primero que encontraron fueron pancartas contra los toros en las puertas de los que iban a ser sus despachos. Ayer, en una de las salas «nobles» del Parlamento Europeo, y en presencia de cuatro ex presidentes de la Cámara, la Mesa del Toro celebró un acto de homenaje a la Fiesta, con una exhibición amable, en cuatro idiomas y con un poco de música de guitarra. El eurodiputado popular Luis de Grandes, impulsor del acto, logró que por primera vez muchos eurodiputados pudieran escuchar los argumentos de los toreros (César Rincón, Enrique Ponce y Sebastián Castella, entre otros) y de los taurinos solamente por el placer de conocerlos, sin necesidad de que sea en medio de un debate en el que se discuten iniciativas legislativas concretas contra los toros. «Frente a los ataques reiterados queremos pasar a la acción pidiendo respeto a los antitaurinos». Estos últimos tuvieron oportunidad de hacer su propia exposición de motivos, en la Plaza de Luxemburgo, fuera del recinto parlamentario, pero por primera vez eran ellos los que estaban a la defensiva en esta sempiterna discusión. Como dijo el eurodiputado británico David Hanan (conservador y aficionado a los toros) «los toros son un arte y el arte es universal» y en Europa «se puede estar en desacuerdo con algo, sin intentar necesariamente prohibirlo». Y de hecho, cuando ha habido intentos de hacerlo, por ahora la mayoría de la eurocámara ha dejado a los abolicionistas en minoría. Pese a todo, esta «media verónica en Bruselas» en palabras del periodista radiofónico Carlos Herrera, sigue siendo «un acto de valentía» en territorio decididamente hostil.
La Sala dedicada a la exposición, un espacio circular para más acomodo, estaba rodeada de enormes fotografías de los tendidos de las principales plazas de España y Francia y en lo que hubiera sido el albero, donde estaban los asientos, se veían no pocas mujeres con abanico, es decir, que en este ambiente a muchos altos cargos de la cámara y eurodiputados -alemanes sobre todo- se les hacía un mundo tener que asistir a otros quehaceres, en vez de acercarse a ese pequeño coso donde además de los discursos, la música y el jamón, muchos pudieron descubrir los mejores argumentos socioeconómicos, culturales y ecológicos de los taurinos.
Estaban muchos dirigentes políticos españoles, incluyendo el presidente de la Comunidad de Valencia, Juan Ignacio Camps, y naturalmente eurodiputados de todas las tendencias. Algunos como el popular Íñigo Méndez de Vigo se implicaron hasta en la presentación y otros como el socialista y ex presidente de la cámara Enrique Barón, estaban más o menos porque no podían haber faltado. Los servicios de seguridad estaban alerta ante una posible reacción hostil de los antitaurinos, pero nada de eso sucedió. El experimento se puede considerar un éxito, no porque haya halagado a los convencidos, que eso no tiene ningún mérito, sino porque es la primera vez que se llevan cuatro toreros a la venerable casa de la representación popular europea, como lo que son, como dignos artistas continuadores de una tradición milenaria y no como los ven sus enemigos.
ENRIQUE SERBETO CORRESPONSAL
BRUSELAS. Cuentan que hace veinte años cuando llegaron a Bruselas los primeros parlamentarios españoles, recién ingresada España en la Unión Europea, lo primero que encontraron fueron pancartas contra los toros en las puertas de los que iban a ser sus despachos. Ayer, en una de las salas «nobles» del Parlamento Europeo, y en presencia de cuatro ex presidentes de la Cámara, la Mesa del Toro celebró un acto de homenaje a la Fiesta, con una exhibición amable, en cuatro idiomas y con un poco de música de guitarra. El eurodiputado popular Luis de Grandes, impulsor del acto, logró que por primera vez muchos eurodiputados pudieran escuchar los argumentos de los toreros (César Rincón, Enrique Ponce y Sebastián Castella, entre otros) y de los taurinos solamente por el placer de conocerlos, sin necesidad de que sea en medio de un debate en el que se discuten iniciativas legislativas concretas contra los toros. «Frente a los ataques reiterados queremos pasar a la acción pidiendo respeto a los antitaurinos». Estos últimos tuvieron oportunidad de hacer su propia exposición de motivos, en la Plaza de Luxemburgo, fuera del recinto parlamentario, pero por primera vez eran ellos los que estaban a la defensiva en esta sempiterna discusión. Como dijo el eurodiputado británico David Hanan (conservador y aficionado a los toros) «los toros son un arte y el arte es universal» y en Europa «se puede estar en desacuerdo con algo, sin intentar necesariamente prohibirlo». Y de hecho, cuando ha habido intentos de hacerlo, por ahora la mayoría de la eurocámara ha dejado a los abolicionistas en minoría. Pese a todo, esta «media verónica en Bruselas» en palabras del periodista radiofónico Carlos Herrera, sigue siendo «un acto de valentía» en territorio decididamente hostil.
La Sala dedicada a la exposición, un espacio circular para más acomodo, estaba rodeada de enormes fotografías de los tendidos de las principales plazas de España y Francia y en lo que hubiera sido el albero, donde estaban los asientos, se veían no pocas mujeres con abanico, es decir, que en este ambiente a muchos altos cargos de la cámara y eurodiputados -alemanes sobre todo- se les hacía un mundo tener que asistir a otros quehaceres, en vez de acercarse a ese pequeño coso donde además de los discursos, la música y el jamón, muchos pudieron descubrir los mejores argumentos socioeconómicos, culturales y ecológicos de los taurinos.
Estaban muchos dirigentes políticos españoles, incluyendo el presidente de la Comunidad de Valencia, Juan Ignacio Camps, y naturalmente eurodiputados de todas las tendencias. Algunos como el popular Íñigo Méndez de Vigo se implicaron hasta en la presentación y otros como el socialista y ex presidente de la cámara Enrique Barón, estaban más o menos porque no podían haber faltado. Los servicios de seguridad estaban alerta ante una posible reacción hostil de los antitaurinos, pero nada de eso sucedió. El experimento se puede considerar un éxito, no porque haya halagado a los convencidos, que eso no tiene ningún mérito, sino porque es la primera vez que se llevan cuatro toreros a la venerable casa de la representación popular europea, como lo que son, como dignos artistas continuadores de una tradición milenaria y no como los ven sus enemigos.
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