Barcelona abrió curso con un gran toro. Y una entrada más que aceptable. Buena. Ocho mil personas. Seis mil más que por estas fechas hace un año. Crece y recrece la Barcelona taurina. Es buena señal. Barcelona, siempre tan cariñosa, obligó a salir a los toreros a saludar, montera en mano, antes de abrir mecha. Había y hay hambre de toros. Y por una vez, no asomaron los antitaurinos a llamar asesino a nadie. Algo está cambiando.
La corrida de El Ventorrillo tuvo plaza y movilidad. Fue la nota dominante de un encierro coronado con un gran toro. Lavador se llamaba. Para él se pidió, con justicia, la vuelta al ruedo. Incluso hubo algún susurro pidiendo el indulto. No fue para eso. El toro cumplió en el caballo, pero no como bravo. La gran virtud de ese animal fue su calidad, su ritmo, su alegre embestida de largo, el querer coger los trastos siempre por bajo, el abrirse y desplazarse hasta el final. Fue todo con ritmo y alegría. Toro de los buenos para cuajarlo y cuajarse.
Todo lo que esperaron los mulilleros hasta aparecer por el ruedo -lo que tardó el presidente en dar la segunda oreja- abreviaron en el arrastre. El del palco buscaba y rebuscaba en una bolsa el pañuelo azul y no le dieron tiempo. Se arrastró bajo una ovación atronadora y sin las dos orejas, que paseó después El Cid. Manuel Jesús, que se llevó el toro de la tarde, dejó muchos momentos de alto interés. Y una estocada baja sin puntilla, de rápido efecto.
Fue faena de torero seguro. De mente ágil. En buen momento. Muy fácil. Siempre que puso muleta encontró El Cid al toro, porque siempre estuvo ahí Lavador. Alegre, arrancándose en la distancia con grácil galope. También en corto. Lo metió rápido en la tela con los muletazos de inicio. Por bajo. Templados.
Después llegó el toreo sobre la diestra. Algo discontinuo. Sin una serie redonda. El galope y el reponer del toro hizo que en una misma serie hubiese muletazos enroscándose al toro, echándolo a la cadera, con otros vaciándolo hacia fuera, demasiado en línea. Algunos ceñidos con otros pelín fuera. Muchos verdaderamente templados con otros acelerados y a la remanguillé. No hubo serie de crujir al toro.
La faena fluyó por sí sola. Por la colocación y decisión del torero y por la condición del toro. Mejor la obra en conjunto que tramo a tramo. Muy limpia y pulcra. Fácil. El que abrió plaza tardó en romper. Y también el torero en encontrarle el aire. Un punto escarbador, terminó viniéndose. De improvisto sorprendió a El Cid un par de veces. Por la izquierda la tomaba bien el toro y Manuel Jesús dejó apuntes.
La otra nota de la tarde llegó con la actuación de Talavante al tercero. Pareció despertar el extremeño, al que se ha visto demasiado apagado en las primeras ferias. El toro no fue fácil. Tan bello de capa como enmorrillado y silleto. Muy cuesta arriba. El toro escarbó lo suyo, tardeó más de la cuenta, para después arrancarse con todo. No malamente.
A ese toro consiguió domarlo Talavante en los medios. En la distancia corta, donde más le gusta al de Badajoz. La muleta por delante, firme la planta, sin rectificar las zapatillas. Llegaron tres series sobre la mano diestra templadas. Sacando al toro por bajo, casi siempre a pies juntos. Abrochados con los de pecho o los cambios de manos ligados en trenza. Recuperó la sonrisa Alejandro y eso es una buena noticia. Después el toro se apagó, como vencido, y no hubo más. Tampoco contribuyó el torero con la espada. Sin terminar de pasar, pinchó sobremanera.
El resto de la corrida no terminó de romper. El Fandi arrancó las mayores ovaciones con banderillas. Dos tercios de muchos pies, sobre todo con el quinto, que arreaba lo suyo. Arriesgando mucho por los adentros. Alguno un poco pasado. Antes no hubo lucimiento ni plaza a reventar con el capote. Tampoco después con la muleta. Su primero cabeceó y protestó en corto. El quinto repuso y protestó mucho. Con el primero no terminó de centrarse el torero, que dio sensación de estar más a final de curso que en primavera. Con el quinto no se confió ni apostó. Terminó pitado.
El que cerró plaza fue toro jabonero protestado por las fuerzas justas. Dos veces claudicó y se puso la plaza en contra. Después no perdió más las manos. El toro se vino abajo y se paró muy rápido. No había empuje ni raza. Talavante inició faena por estatuarios tras brindar al público. Después llegó un desarme, el toro se paró por completo y no hubo fiesta.
La corrida de El Ventorrillo tuvo plaza y movilidad. Fue la nota dominante de un encierro coronado con un gran toro. Lavador se llamaba. Para él se pidió, con justicia, la vuelta al ruedo. Incluso hubo algún susurro pidiendo el indulto. No fue para eso. El toro cumplió en el caballo, pero no como bravo. La gran virtud de ese animal fue su calidad, su ritmo, su alegre embestida de largo, el querer coger los trastos siempre por bajo, el abrirse y desplazarse hasta el final. Fue todo con ritmo y alegría. Toro de los buenos para cuajarlo y cuajarse.
Todo lo que esperaron los mulilleros hasta aparecer por el ruedo -lo que tardó el presidente en dar la segunda oreja- abreviaron en el arrastre. El del palco buscaba y rebuscaba en una bolsa el pañuelo azul y no le dieron tiempo. Se arrastró bajo una ovación atronadora y sin las dos orejas, que paseó después El Cid. Manuel Jesús, que se llevó el toro de la tarde, dejó muchos momentos de alto interés. Y una estocada baja sin puntilla, de rápido efecto.
Fue faena de torero seguro. De mente ágil. En buen momento. Muy fácil. Siempre que puso muleta encontró El Cid al toro, porque siempre estuvo ahí Lavador. Alegre, arrancándose en la distancia con grácil galope. También en corto. Lo metió rápido en la tela con los muletazos de inicio. Por bajo. Templados.
Después llegó el toreo sobre la diestra. Algo discontinuo. Sin una serie redonda. El galope y el reponer del toro hizo que en una misma serie hubiese muletazos enroscándose al toro, echándolo a la cadera, con otros vaciándolo hacia fuera, demasiado en línea. Algunos ceñidos con otros pelín fuera. Muchos verdaderamente templados con otros acelerados y a la remanguillé. No hubo serie de crujir al toro.
La faena fluyó por sí sola. Por la colocación y decisión del torero y por la condición del toro. Mejor la obra en conjunto que tramo a tramo. Muy limpia y pulcra. Fácil. El que abrió plaza tardó en romper. Y también el torero en encontrarle el aire. Un punto escarbador, terminó viniéndose. De improvisto sorprendió a El Cid un par de veces. Por la izquierda la tomaba bien el toro y Manuel Jesús dejó apuntes.
La otra nota de la tarde llegó con la actuación de Talavante al tercero. Pareció despertar el extremeño, al que se ha visto demasiado apagado en las primeras ferias. El toro no fue fácil. Tan bello de capa como enmorrillado y silleto. Muy cuesta arriba. El toro escarbó lo suyo, tardeó más de la cuenta, para después arrancarse con todo. No malamente.
A ese toro consiguió domarlo Talavante en los medios. En la distancia corta, donde más le gusta al de Badajoz. La muleta por delante, firme la planta, sin rectificar las zapatillas. Llegaron tres series sobre la mano diestra templadas. Sacando al toro por bajo, casi siempre a pies juntos. Abrochados con los de pecho o los cambios de manos ligados en trenza. Recuperó la sonrisa Alejandro y eso es una buena noticia. Después el toro se apagó, como vencido, y no hubo más. Tampoco contribuyó el torero con la espada. Sin terminar de pasar, pinchó sobremanera.
El resto de la corrida no terminó de romper. El Fandi arrancó las mayores ovaciones con banderillas. Dos tercios de muchos pies, sobre todo con el quinto, que arreaba lo suyo. Arriesgando mucho por los adentros. Alguno un poco pasado. Antes no hubo lucimiento ni plaza a reventar con el capote. Tampoco después con la muleta. Su primero cabeceó y protestó en corto. El quinto repuso y protestó mucho. Con el primero no terminó de centrarse el torero, que dio sensación de estar más a final de curso que en primavera. Con el quinto no se confió ni apostó. Terminó pitado.
El que cerró plaza fue toro jabonero protestado por las fuerzas justas. Dos veces claudicó y se puso la plaza en contra. Después no perdió más las manos. El toro se vino abajo y se paró muy rápido. No había empuje ni raza. Talavante inició faena por estatuarios tras brindar al público. Después llegó un desarme, el toro se paró por completo y no hubo fiesta.
FICHA DE LA CORRIDA DE TOROS DE BARCELONA
Barcelona. Sábado 19 de abril. Algo más de media plaza.
Seis toros de El Ventorrillo, desigualmente presentados y de juego variado. Destacó el 4º, de gran juego, fuertemente ovacionado en el arrastre y al que se pidió la vuelta al ruedo. 2º y 3º manejables.
El Cid, ovación con saludos y dos orejas.
El Fandi, división al saludar tras aviso y pitos.
Alejandro Talavante, ovación con saludos tras aviso y silencio.
(Burladero.com - Mario Juarez - 19 Abril 2008)
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