lunes, 14 de abril de 2008

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Domingo, 13 de abril de 2008

Sevilla: 19ª de abono:
Corrida comercial con el hierro de Miura
Tres horas de corrida con toros de Miura que a veces no parecían del legendario hierro de Zahariche.
Valverde cortó una oreja generosa; bien El Fundi y Padilla. Miura / El Fundi, Padilla, Valverde
Siete toros de Miura, segundo bis, de gran trapío. Mansos y descastados. Blandearon todos. Manejables, primero, tercero y quinto. Sobrero de El Conde de la Maza, que hizo cuarto, manso y violento.
El Fundi: silencio tras dos avisos (cinco pinchazos y cuatro descabellos) y ovación (pinchazo y estocada corta). Juan José Padilla: ovación (estocada eficaz) y ovación (estocada y descabello). Valverde: oreja (bajonazo) y aplausos (estocada).
Plaza de la Maestranza, último festejo. Lleno en tarde agradable.
Corrida comercial con el hierro de Miura
Carlos Crivell
Tres horas dan para mucho.
Una corrida de toros de esa duración es insoportable, incluso cuando el hierro que se lidia es de Miura. Hace cuarenta años se mataban seis de Miura en una hora y tres cuartos. El epílogo de la Feria ha sido demasiado largo. Y lo que es peor, sólo la fachada de algunos toros respondían a lo que se puede esperar de la divisa de Zahariche. El detalle de dos toros devueltos, que pudieron ser cuatro, es meridiano en cuanto a la flojedad de los astados. Si un toro de Miura se cae, pierde hasta parte de la leyenda. Se puede esgrimir que las maniobras de la devolución del segundo fueron culpables de la extensa duración del festejo. A pesar de ese capítulo vivido en el coso sevillano, la corrida fue premiosa, los espadas alargaron sus trasteos de manera absurda y se fue acumulando el tiempo. Tres horas no se soportan ni en una tarde de intensas emociones. Y no hubo muchas emociones. Había en los tendidos un cierto respeto a los lidiadores, al fin y al cabo estaban frente a los temidos toros miureños. La historia cuenta que los miuras tienen pocos pases; se entiende que pocos pases buenos.
El Fundi prolongó su primera faena más de diez minutos. Es decir, trató al animal como si fuera de una divisa comercial. La plaza le respetó, aunque el toro se puso imposible a la hora de la muerte y pudo irse vivo a los corrales.
Se devolvió el cuarto por inválido. La devolución del segundo, al que remató con la espada Padilla, retrasó la corrida en treinta minutos. Cuando apareció el pañuelo verde, la plaza sintió un ligero escalofrío.
Salió uno del Conde de la Maza que se comportó como un genuino Miura. Toro con genio, reservón, fiero en ocasiones, con fondo de casta, aunque no buena del todo. Sólo la experiencia de José Pedro Prados puso salvarlo del duro compromiso.
Mucho inválido y hasta mucha bondad en la corrida. Se dejaron dar pases el primero y el tercero.
El quinto se llamaba Escobero, el mismo nombre que el que inmortalizó Diego Puerta hace 48 años. El de antaño fue un toro fiero; el descendiente de nuestros días no tenía fuerzas y ni clase. Padilla, toda la tarde en plan honesto y profesional, lo intentó por todas partes. Su labor fue la de un torero curtido en mil batallas. Se pusieron banderillas por parte de El Fundi y Padilla. No pudieron ser tercios muy brillantes. Algún par del jerezano fue espléndido de ejecución y colocación.
Siempre se dice que a Javier Valverde no le van mucho estas corridas. Al verlo ante el tercero, un toro que se dejó por el lado izquierdo, casi se llega a la conclusión de que la función hace al órgano, lo que traducido al toreo quiere decir que matando corridas complicadas se acaba siendo un especialista. Sorteó embestidas al principio y acabó mandando y templando con la izquierda. Echó mano de su técnica y el toro parecía de cualquier ganadería de todas las tardes. Lástima que la espada cayera baja; y lástima de oreja en la Maestranza, porque para cortar un trofeo la espada debe caer en lo alto. Pero con las orejas que se cortan ahora, no me rasgaré mis vestiduras por el premio.El salmantino no remató la tarde con el imponente cárdeno que cerró la Feria. Fue flojo y malo. Tres horas de festejo dejan los cuerpos maltrechos. Los de Miura, sólo fachada, y no todos lo parecían.

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