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SALVADOR CORTES corta la única oreja
Salvador Cortés pasea la única oreja de la tarde. Foto: J.F
KOLDO LARREA - Pamplona -
El agobiante calor que se padeció en la plaza pareció afectar a todos: a público, a espadas y a la materia prima. Los toros de El Ventorrillo debutaron en Pamplona pero no aprobaron el duro examen. Con mucha romana, demasiada, nada se le puede objetar a sus ofensivas y astifinas caras. Otro cantar fueron sus excesivos kilos, que acusaron a la hora de desplazarse sobre la arena de la capital y que quedó patente en una suerte varas que apenas existió.
Ninguno mostró el más mínimo indicio de mala idea. Se movieron con fijeza y nobleza, apagada unas veces y bobalicona otras; repitieron en el engaño pero en muy corto recorrido, lo poco que podían y alguno, como el quinto, pareció asfixiado, completamente agotado.
En tales condiciones, las casi veinte mil almas que acudieron a la plaza pudieron comprobar la muy distinta disposición de la terna. Salvador Cortés logró el objetivo de no irse de vacío. Como en el año de su debut en Pamplona, 2005, cortó una oreja pero en esta ocasión no le servirá para ser proclamado triunfador de la feria. Fue un trofeo festivo, de muy escaso valor, tras una faena que se tuvo que inventar el sevillano.
La comenzó en los medios, citando de largo, y el toro acudió al galope. Siguió por derechazos, en los que el cuatreño dejó ver que no andaba nada sobrado de fuerza. Mejores argumentos toreros tuvo la segunda serie, por su ligazón y limpieza. Por el pitón izquierdo, el negro Mocetón no terminó de pasar en los primeros intentos de naturales. Pero el sevillano continuó por ese lado, trazándolos de uno en uno, muletazos que no tuvieron demasiado contenido. Mató de una estocada desprendida y, como el toro no tardó en caer, el público quiso tapar su aburrimiento agitando pañuelos. El trofeo hizo justicia al pundonor del torero sevillano, que lo intentó toda la tarde y fue, sin duda, el mejor de la terna.
Pudo conseguir también otra oreja del primero de su lote pero falló a la hora de matar. Realizó un trasteo basado en la diestra, en el que destacó una tercera serie, de mayor quietud que las anteriores, en la que bajó algo la mano, y una tanda de ceñidas bernardinas. En cualquier caso, digna actuación de Cortés, que dio la cara y no defraudó.
Ferrera se ajustó a su papel. Gustó con las banderillas -más en su primero que en el cuarto- y se mostró voluntarioso con la muleta. Toreó por derechazos al que abrió plaza, un toro que fue acortando progresivamente su recorrido. En su segunda intervención, lo más destacado fue una serie corta de cuatro naturales, solamente ligados. Intentó volver a enganchar con unos pases del desprecio, que le sirvieron a medias. En conjunto, puso voluntad y ganas, sí, pero sólo con ellas no basta.
Bautista se vistió de luces, hizo el paseíllo y poco más. Estuvo en Pamplona pero pareció estar en otro sitio, en otra plaza, en otra feria, en el camino más gris, alejado del toreo.
SALVADOR CORTES corta la única oreja
Salvador Cortés pasea la única oreja de la tarde. Foto: J.F
KOLDO LARREA - Pamplona -
El agobiante calor que se padeció en la plaza pareció afectar a todos: a público, a espadas y a la materia prima. Los toros de El Ventorrillo debutaron en Pamplona pero no aprobaron el duro examen. Con mucha romana, demasiada, nada se le puede objetar a sus ofensivas y astifinas caras. Otro cantar fueron sus excesivos kilos, que acusaron a la hora de desplazarse sobre la arena de la capital y que quedó patente en una suerte varas que apenas existió.
Ninguno mostró el más mínimo indicio de mala idea. Se movieron con fijeza y nobleza, apagada unas veces y bobalicona otras; repitieron en el engaño pero en muy corto recorrido, lo poco que podían y alguno, como el quinto, pareció asfixiado, completamente agotado.
En tales condiciones, las casi veinte mil almas que acudieron a la plaza pudieron comprobar la muy distinta disposición de la terna. Salvador Cortés logró el objetivo de no irse de vacío. Como en el año de su debut en Pamplona, 2005, cortó una oreja pero en esta ocasión no le servirá para ser proclamado triunfador de la feria. Fue un trofeo festivo, de muy escaso valor, tras una faena que se tuvo que inventar el sevillano.
La comenzó en los medios, citando de largo, y el toro acudió al galope. Siguió por derechazos, en los que el cuatreño dejó ver que no andaba nada sobrado de fuerza. Mejores argumentos toreros tuvo la segunda serie, por su ligazón y limpieza. Por el pitón izquierdo, el negro Mocetón no terminó de pasar en los primeros intentos de naturales. Pero el sevillano continuó por ese lado, trazándolos de uno en uno, muletazos que no tuvieron demasiado contenido. Mató de una estocada desprendida y, como el toro no tardó en caer, el público quiso tapar su aburrimiento agitando pañuelos. El trofeo hizo justicia al pundonor del torero sevillano, que lo intentó toda la tarde y fue, sin duda, el mejor de la terna.
Pudo conseguir también otra oreja del primero de su lote pero falló a la hora de matar. Realizó un trasteo basado en la diestra, en el que destacó una tercera serie, de mayor quietud que las anteriores, en la que bajó algo la mano, y una tanda de ceñidas bernardinas. En cualquier caso, digna actuación de Cortés, que dio la cara y no defraudó.
Ferrera se ajustó a su papel. Gustó con las banderillas -más en su primero que en el cuarto- y se mostró voluntarioso con la muleta. Toreó por derechazos al que abrió plaza, un toro que fue acortando progresivamente su recorrido. En su segunda intervención, lo más destacado fue una serie corta de cuatro naturales, solamente ligados. Intentó volver a enganchar con unos pases del desprecio, que le sirvieron a medias. En conjunto, puso voluntad y ganas, sí, pero sólo con ellas no basta.
Bautista se vistió de luces, hizo el paseíllo y poco más. Estuvo en Pamplona pero pareció estar en otro sitio, en otra plaza, en otra feria, en el camino más gris, alejado del toreo.
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