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EL JULI, MUY FIRME, MATA A SUS DOS TOROS DE SOBERBIAS ESTOCADAS
Oreja para El Juli con Cuvillos vacíos de energía en Pamplona
Derechazo de El Juli en Pamplona. Foto: JF
KOLDO LARREA - Pamplona - 14/07/2008 19:35
Se cumplió el dichoso dicho de "tarde de expectación, tarde de decepción". Los cuvillos volvieron a suspender en su cuarta comparecencia en Pamplona. No por su presentación, de nota alta; no por la nobleza que desarrollaron; tampoco por esa cierta clase que dejaron entrever. La causa principal de su fracaso fue la falta de fuerza, que ahogó su clase y que impidió que la corrida rompiese a buena.
Por ello, los tendidos -animados, esperanzados con un festejo de postín e impregnados de magnífico ambiente- acabaron bostezando, resignados como otros tantos días, y esperando esa despedida de la plaza, que es una lección de alegría navarra en blanco y rojo.
Para entonces, el festejo se había saldado con una solitaria oreja de escasos vuelos. La había conseguido El Juli, con su tesón, con su dominio torero. Y así, a toro pasado, la verdad es que el madrileño pudo acabar saliendo a hombros. No hay que olvidar que en su primera actuación tuvo, aunque minoritaria, petición de oreja, tras un trasteo basado en la mano diestra, en la que sus muletazos acompañaron la embestida del noble y débil ejemplar.
Al quinto, de similares características en cuanto a juego, lo toreó en dos fases. En la primera, ejecutó varias series de derechazos, en corta distancia, llevando al cuatreño muy empapado. Por el otro pitón, sus naturales carecieron de continuidad pues Tramposo no dejó de doblar las manos. En la segunda parte, optó por una especie de arrimón, que concluyó con una serie de pases por alto cargada de quietud.
El Juli se mostró contundente con el acero. Mató a su lote de sendas estocadas hasta la empuñadura, volcándose hasta la extenuación en la segunda. Estocada que le puso bandeja el único trofeo del festejo.
José María Manzanares no pudo demostrar en Pamplona todo lo que quería. Encargado de cerrar la tarde y la feria, no tuvo opción de triunfo con su lote, probablemente el más deslucido.
Y eso que ante su castaño primero, comenzó de una manera ilusionante, con dos buenas tandas de naturales que dejaron ver el gusto de su toreo. Su enemigo mostraba nobleza pero también justas fuerzas y cierto gazapeo. Lo intentó por derechazos pero nunca alcanzó limpieza. Volvió a intentarlo al natural pero para entonces al cuvillo le costaba pasar e incluso buscó, en el único amago de mala intención de la tarde. Al final, el resultado fue una faena larga y sin demasiado brillo, bien rematada con una estocada hasta la bola.
El que cerró plaza fue el peor de la tarde, un torito muy blando, carente de fuerza, ante el que la labor del alicantino perdió toda importancia. El negro cinqueño comenzó a defenderse por su debilidad y la ligazón nunca llegó porque era imposible.
A Ponce le faltó calor en su adiós a Pamplona. Realizó dos faenas muy técnicas, de su muy marcada y elegante impronta pero no alcanzó la transmisión necesaria con los tendidos. Pese a ello, su primera intervención, ante el toro de más calidad del encierro, pudo ser premiada con un trofeo pero no anduvo certero con el estoque.
Al cuarto lo toreó también templado y con limpieza pero de nuevo no anduvo atinado con los aceros. Y de este modo se fue Ponce, sin hacer ruido, con la humildad que le ha caracterizado.
EL JULI, MUY FIRME, MATA A SUS DOS TOROS DE SOBERBIAS ESTOCADAS
Oreja para El Juli con Cuvillos vacíos de energía en Pamplona
Derechazo de El Juli en Pamplona. Foto: JF
KOLDO LARREA - Pamplona - 14/07/2008 19:35
Se cumplió el dichoso dicho de "tarde de expectación, tarde de decepción". Los cuvillos volvieron a suspender en su cuarta comparecencia en Pamplona. No por su presentación, de nota alta; no por la nobleza que desarrollaron; tampoco por esa cierta clase que dejaron entrever. La causa principal de su fracaso fue la falta de fuerza, que ahogó su clase y que impidió que la corrida rompiese a buena.
Por ello, los tendidos -animados, esperanzados con un festejo de postín e impregnados de magnífico ambiente- acabaron bostezando, resignados como otros tantos días, y esperando esa despedida de la plaza, que es una lección de alegría navarra en blanco y rojo.
Para entonces, el festejo se había saldado con una solitaria oreja de escasos vuelos. La había conseguido El Juli, con su tesón, con su dominio torero. Y así, a toro pasado, la verdad es que el madrileño pudo acabar saliendo a hombros. No hay que olvidar que en su primera actuación tuvo, aunque minoritaria, petición de oreja, tras un trasteo basado en la mano diestra, en la que sus muletazos acompañaron la embestida del noble y débil ejemplar.
Al quinto, de similares características en cuanto a juego, lo toreó en dos fases. En la primera, ejecutó varias series de derechazos, en corta distancia, llevando al cuatreño muy empapado. Por el otro pitón, sus naturales carecieron de continuidad pues Tramposo no dejó de doblar las manos. En la segunda parte, optó por una especie de arrimón, que concluyó con una serie de pases por alto cargada de quietud.
El Juli se mostró contundente con el acero. Mató a su lote de sendas estocadas hasta la empuñadura, volcándose hasta la extenuación en la segunda. Estocada que le puso bandeja el único trofeo del festejo.
José María Manzanares no pudo demostrar en Pamplona todo lo que quería. Encargado de cerrar la tarde y la feria, no tuvo opción de triunfo con su lote, probablemente el más deslucido.
Y eso que ante su castaño primero, comenzó de una manera ilusionante, con dos buenas tandas de naturales que dejaron ver el gusto de su toreo. Su enemigo mostraba nobleza pero también justas fuerzas y cierto gazapeo. Lo intentó por derechazos pero nunca alcanzó limpieza. Volvió a intentarlo al natural pero para entonces al cuvillo le costaba pasar e incluso buscó, en el único amago de mala intención de la tarde. Al final, el resultado fue una faena larga y sin demasiado brillo, bien rematada con una estocada hasta la bola.
El que cerró plaza fue el peor de la tarde, un torito muy blando, carente de fuerza, ante el que la labor del alicantino perdió toda importancia. El negro cinqueño comenzó a defenderse por su debilidad y la ligazón nunca llegó porque era imposible.
A Ponce le faltó calor en su adiós a Pamplona. Realizó dos faenas muy técnicas, de su muy marcada y elegante impronta pero no alcanzó la transmisión necesaria con los tendidos. Pese a ello, su primera intervención, ante el toro de más calidad del encierro, pudo ser premiada con un trofeo pero no anduvo certero con el estoque.
Al cuarto lo toreó también templado y con limpieza pero de nuevo no anduvo atinado con los aceros. Y de este modo se fue Ponce, sin hacer ruido, con la humildad que le ha caracterizado.
FICHA DE LA DÉCIMA DE LA FERIA DE SAN FERMÍN
Pamplona. Lunes 14 de julio. 10ª de Feria. Lleno de 'no hay billetes'.
Hasta el momento se han lidiado tres toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados, manejables y con clase, aunque de poca transmisión.
Enrique Ponce, ovación con saludos tras aviso y silencio tras aviso.
El Juli, ovación con saludos tras leve petición y oreja.
José María Manzanares, ovación con saludos y silencio.
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